1772 Casa de las Recogidas - Cronologias San Luis Potosi

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1772 Casa de las Recogidas

Arquitectura > > Edificaciones 1700-1799

El munificentísimo señor don Francisco de Mora y Luna, coronel comandante de la Legión de San Carlos y primer conde de Peñasco, erector de las iglesias de la Divina Pastora y de la Inmaculada concepción de Guadalcázar, que venía haciendo el bien desde tiempo atrás, y razón por la cual se le concedió el título que ostentó, preocupado por "la licenciosidad con que se vivía por el mujerío mundano en San Luis Potosí y en toda su provincia", decidió establecer un recogimiento para las señoras de conducta dudosa y de otras que ni duda cabe, como los que ya había en otras ciudades de la Nueva España. Así, obtenidas las licencias en la corte de México y en la mitra de Valladolid, por medio de su apoderado expuso su propósito al M. I. Cabildo de San Luis. El cual, en sesión del 18 de noviembre de .1774 aprobó la fundación y designó a don Felipe Cleere quien ya dirigía la fábrica del santuario de Nuestra Señora de Guadalupe y había reedificado la Real Caja para que dirigiera la construcción del susodicho recogimiento y también para que escogiera el lugar apropiado.

A principios de 1775 se inició la obra, se concluyó a mediados de 1779 y como estaba de visita una de las frecuentes epidemias que asolaban la provincia se puso en servicio en 1780. La capilla y la casa de las recogidas ocupaban -según se deduce de los inventarios que se conservan-, la mitad oriente de la manzana formada por las calles 3ª de Vallejo, Comonfort, Xicoténcatl y Rayón. En su frente se formó la plazuela que todavía hoy existe. Por el frente, la capilla en medio; al sur de ésta, la casa del capellán y al norte, la casa de las recogidas. Ambas casas con muy dignas portadas, próximas a la capilla. Las dos se conservan en el interior del Palacio de Justicia, en donde fueron instaladas al construirse éste.

Como no se conserva el "mapa" delineado por Cleere, se desconoce la distribución original del conjunto, Por un inventario de 1802 se ve que la capilla, dedicada a Nuestra Señora de los Dolores, estaba más que suficientemente alhajada de todo lo necesario. En su interior era de tres bóvedas, con "coro alto" y "coro bajo", comunicado con la casa de las recogidas. En el otro extremo, el altar, comunicado con la casa del capellán. Tenía sacristía y antesacristía. Lucía "un corateral de perspectiva, de Nuestra Señora de Guadalupe, sus cuatro Apariciones y un Señor San José. Un Señor Crucificado. Una imagen de Nuestra Señora de los Dolores, grande, de bulto en su nicho de tres vidrieras y adornada con aureola, daga y alhajas de plata y perlas. Como se ve, el altar era barroco, de madera sobredorada.

La casa del capellán se reducía -no citan más que los inventarios de 1802 a 1850- a zaguán, sala, recámara, patio y comunicación con la antesacristía. Posiblemente era mayor, pues ya en este siglo hubo allí una escuela para niñas.

La casa de las recogidas constaba de zaguán, la pieza de la rectora, su alcoba, torno y reja. Se comunicaba con el primer patio por medio de un pasadizo. En el primer patio se enumeran: una pieza con un pedazo de techo caído; una pieza por la que se entra al coro; una galera destechada; una pieza destechada que sirve de cocina; sala de labor; otra pieza techada; otra destechada; otra techada, que sirve de cocina a la rectora; cuatro corredores con arquería de cantera, todo bien tratado, y alrededor de ellos están catorce lienzos de la Pasión del Señor, para rezar el Vía Crucis, y árboles frutales, pozo y pila en el centro del patio. En el segundo patio: una galera, una pieza que sirve de cárcel, una cocina y dos corrales. La habitaban 18 presas. Quizá los dos corrales estaban al poniente de la casa del capellán, Finalmente, a los veinte años de abierta, ya estaba en malas condiciones la casa. Y no sólo la finca, también la iglesia. Por lo que en julio de 1799 la rectora envió un ocurso a la mitra de Michoacán, en el que se quejaba de ''las lamentables condiciones de la iglesia". Se había nombrado capellán al Pbro. D. Francisco Salazar, cura de Cerro de S. Pedro sepultado en noviembre de 1834 en el presbiterio del templo de la Tercera Orden y protector del afamado médico don Francisco J. Estrada, y como hubo muchos líos por los fondos de la capellanía, no la atendía de pie.

Consumada la independencia, a juzgar por la lista de contribuyentes, se promovió el culto a Nuestra Señora 'de los Dolores y, por la euforia del neoclásico, destruyeron. el viejo “colateral de perspectiva". Un inventario de 1825 enumera. El colateral mayor de cantera, nuevo, pintado de blanco y dorado; en el remate un Santo Cristo de madera; la soberana imagen de la Virgen de los Dolores muy 'bien vestida y adornada con alhajas; el sagrario; arriba del coro alto una cruz de madera; el retrato del Sr. Conde, con su marco, de dos varas de alto. En el coro bajo un retablo corto de madera, dorado y pintado, que era del altar de Nuestra Señora de los Dolores de los Cocheros, el cual estaba antes en la Parroquia, con su imagen de lienzo, un Santo cristo arriba; los lienzos del colateral antiguo, de las Cuatro Apariciones, una imagen de Nuestra Señora de Guadalupe y otra de San José -estos lienzos provenían del colateral destruido-  el sotabanco de dicho altar con cuatro angelitos;  dos lienzos de Santa Rita y de Santa Gertrudis, de dos varas cada uno; dos calvarios; un lienzo antiguo de Nuestra Señora de las Angustias; una pila para el agua bendita. Para 1842 habían aumentado las alhajas, ornamentos y otros objetos litúrgicos; pero ya no registran ni las pinturas guadalupanas ni el retablo de la Dolorosa de los Cocheros.

Y es que, a partir de 1824, además de que en la casa del capellán se abrió una escuela, el gobierno inició las gestiones ante el heredero del conde para establecer allí una fábrica de tabaco.  Fue ahí cuando se alteró la arquitectura y las recogidas, arrinconadas.  Don Joaquín Errazu manejaba la Fábrica, como no pagaba la renta, en agosto de 1836 el Ayuntamiento le exigió la devolución del inmueble. Todavía a fines de 1839 seguía el problema, a que Errazu cuyos descendientes se daban la gran vida en Paris, a costa de la peonada potosina ni pagaba ni devolvía la casa.

En 1846, ante la invasión norteamericana, el gobierno ocupó toda la casa y pasaron a las internas al Mesón de Guadalupe, donde las tuvieron nueve meses y medio, Y entonces fue al revés, el pleito del mesonero contra el Ayuntamiento, que no quería pagar los 25 pesos mensuales de la renta.

En 1843, después de las necesarias reformas, se inauguró en la casa del capellán, el 20 de mayo, la "Escuela Principal Lancasteriana de San Luis Potosí". Después, el 4 de marzo de 1849, en la misma casa, se inauguró la Escuela Normal.

Durante las guerras de intervención, las tropas francesas ocuparon Las Recogidas entonces se le llamó "La Martinica" y servía también como cárcel para hombres.

Una breve descripción de 1877 explica que: "El local para las Recogidas es bastante amplio y de consistencia sólida. Contiene 23 piezas y 3 patios, uno grande y dos chicos. El uso de las pie­ zas es el siguiente: una, que es la portería, 3 para las habitaciones de la rectora, 4 salones en asiste la prisión, 8 piezas chicas para la incomunicación de las presas, 2 cocinas, una pieza grande y otra chica donde salen a hablar las presas, un pasillo para entrar al primer patio y una capilla para el culto católico. En ambas prisiones hay agua suficiente de pozo y pilatones para baño de presos y presas”. La arquitectura del interior, excepto los corredores de arquería, había cambiado: 22 piezas y 3 patios; la casa del capellán había desaparecido como tal, a veces servía de escuela, a veces de cárcel. La capilla confiscada ya había dejado de ser exclusiva de las recogidas. Ambas casas, por los veintes de este siglo, pararon en escuelas. Por último, la parte del lado norte, en local de alguna dependencia oficial y en almacén.  

La capilla vino a menos, y para fines de siglo ya estaba cerrada al culto. A fines de 1906 la restauró el Sr. Pbro. D. Rómulo Agundis y se abrió de nuevo al culto. A fines de 1912 los descendientes del conde la clausuraron. Luego, en febrero siguiente, un grupo de devotos de la Virgen de los Dolores les pidieron que reabrieran la capilla, como de hecho. A los cuatro meses los revolucionarios clausuraron definitivamente el templo y lo añadieron a la escuela. Así, no sólo el altar y demás adornos fueron destruidos o robados por el gobierno y las autoridades educativas, sino que además, se tendió a la mitad de la altura un horrendo piso de concreto. Sólo se pudo salvar la imagen de la Dolorosa, hoy en la Casa de Jesús.

Todo el conjunto, pero demolidas las dos casas y levantado en su lugar un edificio nuevo, fue convertido en Palacio de Justicia e inaugurado como tal el 9 de junio de 1972. La capilla, restaurado el cascarón, fue convertida en un enorme zaguán y dentro de ella, una escalera. Para borrar su origen religioso, se le tiro el remate en cuya cima se erguía una cruz de piedra.

En esto vino a parar la Capilla de Nuestra Señora de los Dolores o de Las Recogidas.

A un lado de la entrada de ese enorme zaguán, unas letras de bronce o latón publican irónicamente su destino:
Con refinada malicia dice un rótulo dorado:
''Palacio de la Justicia'', y el edificio es ¡robado!




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