1750 Capilla de Aránzazu - Cronologias San Luis Potosi

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1750 Capilla de Aránzazu

Arquitectura > > Edificaciones 1700-1799
San Luis Potosí, como en otras muchas partes del virreinato, se estableció un gran número de españoles provenientes del norte de España. Esto originó que desde los primeros años de la conquista se arraigaran en el pueblo mexicano devociones que provenían de aquella región española: tenemos, por ejemplo, la Virgen de Monserrat y la Virgen de Aránzazu. Esta es la razón por la cual la devoción a la Virgen de Aránzazu en San Luis Potosí es tan antigua como la ciudad misma; aún más, si consideramos que buen número de los frailes que habitaron el convento franciscano de esta ciudad eran naturales de aquella misma región. En este contexto, pues, no resulta nada raro que los frailes de San Luis Potosí decidieran construir una capilla a tan venerable imagen. Esta capilla es un caso raro en la arquitectura religiosa Novohispana, en virtud de que está construida en planta alta y se encuentra sobre de lo que fue la capilla del noviciado del convento franciscano; esta última estuvo dedicada a San Antonio de Padua.

Formando parte de la clausura del convento de San Francisco, la capilla de Aránzazu se extiende por el poniente hasta tocar casi los límites de lo que fue el convento.

Al abrirse la actual calle de Galeana, la capilla sufrió la pérdida irreparable de su camerino y de la sacristía, quedando las fachadas por dicha calle de Galeana un tanto descompuestas. Actualmente, una plaza bien proyectada sirve de reposo urbanístico en la monotonía en que incurre la actual calle de In­ dependencia.

Es notable cómo el bello ventanal del presbiterio sirve de remate visual a la calle de Melchor Ocampo. En el corazón del popular barrio de San Miguelito puede observarse cómo las cúpulas franciscanas, especialmente la de la capilla de Aránzazu, juega un papel importante en el paisaje urbano del primer cuadro de la ciudad.

Actualmente, la capilla de Aránzazu pertenece a las instalaciones del INAH, el cual dispone de locales de regulares dimensiones que pertenecieron al complejo arquitectónico del convento franciscano.

La construcción de la capilla de Aránzazu se remonta a fines del año de 1749 o principios de 1750 iniciándose dicha construcción simultáneamente con la de la Sacristía de San Francisco y se realizó a iniciativa del Padre Guardián del Convento, Fr. Joaquín de Bocanegra, y con el decidido apoyo moral y económico del Síndico del Convento, don José de Erreparaz, cuya sindicatura duró casi treinta años. Fue el principal bienhechor del convento y puede decirse que no sólo durante su vida, sino aún después de muerto, por medio de su familia, siguió al pendiente de las carencias del convento hasta el año de 1780 en el que se extinguió esta ilustre familia Erreparaz, después de setenta años de ser principal bienhechora de los frailes menores de San Luis Potosí.

Don José de Erreparaz fue originario de la Villa de Tolosa, provincia de Guipúzcoa, Obispado de Pamplona, por lo que, como vasco que era, no le fue difícil emprender la construcción de la capilla, además de que era el hombre más acaudalado de la ciudad.

Para el año de 1756 a 1758 la capilla quedó concluida y a partir de entonces fue el escenario más hermoso de las celebraciones de Capítulo de todos los conventos franciscanos en México.

En el año de 1869 gobernaba San Luis Potosí Vicente Chico Sein a quien le tocó cumplir con las Leyes de Reforma: quedó entonces abandonado el convento; se hicieron lotes, se abrió la calle de Galeana y uno de los mejores y más hermosos monumentos de la ciudad quedó mutilado para siempre.

La planta arquitectónica de la capilla es de cruz latina, el cuerpo de la nave, que corre de oriente a poniente, está formado por dos bóvedas de arista, las cuales presentan fino trabajo de estuco. Sus cruceros, muy estrechos por cierto, acentúan las dimensiones del tambor en que se apoya la rica cúpula de base circular, la cual, a diferencia del resto de las cúpulas franciscanas, es muy rica en motivos ornamentales, tanto por dentro como por fuera. Tenemos noticia de la construcción de la cúpula en el libro de la cartacuenta del Convento que abarca del día 12 de junio de 1756 en que se celebró la Congregación intermedia hasta el día 31 de junio de 1757 fecha del Capítulo Provincial, Capítulo presidido por Fray José Antonio de Oliva; era Guardián del Convento Fray Joaquín de Bocanegra y entre los numerosos aumentos se menciona: ''ítem. en la capilla de Nuestra Señora de Aránzazu se hizo el cimborrio con su sotabanco por dentro y fuera labrado como se hace expresión en el libro de gasto ì' recibo y está manifiesto''.

En las dos bóvedas que componen el cuerpo de la nave, una rica cornisa presenta peanas a la mitad de su sección, es decir, donde se abren los vanos de iluminación, lo cual nos hace pensar que fueron realizados para colocar esculturas de medianas dimensiones en las que se estudió con cuidado los efectos de la luz y sombra.

Lo más relevante del interior son los monumentales estípites que engalanan todo el interior, cuya concepción en el diseño los hace únicos, y en los que se pone de manifiesto la gran capacidad creativa de los arquitectos que intervinieron en su realización. Estos estípites de exuberante ornamentación son prueba fehaciente de la importancia que tuvo el barroco estípite en México, estilo al que también se le conoce como churrigueresco, movimiento artístico que sobrevivió más de cuarenta años y que lleva en su esencia un sentimiento de nacionalidad.

La fachada de esta capilla es de cantera, en ella se ostentan pilastras estípites de volumen reducido por lo que sus nichos son de poca profundidad. Esta fachada contrasta con su interior cuya rica decoración, como ya lo hemos dicho, es desbordante.

En el presbiterio, una ventana de regulares dimensiones permite la iluminación al interior del recinto, donde el estudio de la luz juega un papel de primera importancia. Este ventanal está orientado hacia el poniente, por lo que la luz que suministra está calculada para un buen número de horas en las tardes hasta el ocaso. En su parte exterior, este ventanal es una de las mejores mues­ tras del barroco potosino del siglo XVIII. Es pertinente hacer notar que este ventanal es el antecedente del templo del Carmen en el segundo cuerpo de su fachada principal.

Pocas son las obras de arte que se conservan en la capilla de Aránzazu, hoy Museo Regional Potosino, dependiente del INAH. Entre ellas encontramos dos pinturas del siglo XVIII, dignas de comentario. La primera del maestro oaxaqueño, Miguel Cabrera; en ella se representa a Santa Rosalía. El manejo de los tonos azules fue una de las predilecciones de este pintor Y en el cuadro que comentamos lo hace con gran destreza, de suerte que guarda una estrecha semejanza con los cuadros del pintor español Bartolomé Esteban Murillo. En esta pintura se presenta a la Santa coronada de flores Y acompañada por un Arcángel. La composición es muy bella y de un fino trazo, por lo que este óleo sobre tela se perfila como una de las mejores pinturas de este autor existentes en San Luis Potosí.

La segunda pintura es la Virgen de la Candelaria, pintura sobre tela de autor anónimo, realizado durante la segunda mitad del siglo XVIII. Lo ambiguo de su factura le da un raro encanto. Sobresale la destreza del pintor en la realización de los rostros, tanto el de la Virgen como el de la dama que se encuentra en la parte inferior del lienzo, quien tal vez es la donante del cuadro, a manera de exvoto. Mientras el vestido de la Virgen es de factura muy regular, ingenua y casi rayando en lo popular, el de la donante es muy rico y minucioso en los detalles. Se ha difundido la creencia de que esta pintura es de origen español, lo cual es falso. Se ignora su procedencia, aunque es muy probable que haya pertenecido al convento franciscano, cuya donante, la dama retratada, bien pudo ser una de las piadosas bienhechoras del convento. Esta pintura está desprovista de su respectivo marco, el que debió ser de buena calidad.

De todas las bibliotecas conventuales de San Luis Potosí no queda nada o casi nada; en ellas, con toda seguridad, se conservaba un importante número de libros corales o salterios. Uno de estos libros se encuentra en exhibición dentro de la capilla de Aránzazu; su estado de conservación podemos decir que es aceptable. Aunque nos atreveríamos a sugerir una adecuada y cuidadosa restauración. Es lamentable decir, a este respecto, que la música religiosa del Virreinato es una de las manifestaciones artísticas que más abandonadas se tienen por los críticos de arte e historiadores.

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