1826 Templo de Nuestro Señor del saucito - Cronologias San Luis Potosi

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1826 Templo de Nuestro Señor del saucito

Arquitectura > > Edificaciones 1800-1899
El Templo de Nuestro Señor del Saucito en la advocación del Señor de Burgos. Está situado al noreste de la ciudad y al otro lado del río Santiago, se le llamaba paraje Las Encinillas.
Santuario famoso en todo México por la milagrosa Imagen del Señor de Burgos fabricada a partir de un tronco de árbol de sauce, conocida como el Señor del Saucito. La devoción a la imagen de Nuestro Señor de Burgos, a partir de su supuesta aparición, dio origen a dos inmuebles que contribuyen a darle identidad al norte de la ciudad, uno es pequeño y modesto, construido en 1826, y el otro se inició en 1880 y fue concluido hasta 1955.

En el mes de Noviembre de 1826 se preparaban pobres de la ciudad de San muchas familias ricas y Luis Potosí, los vecinos de las villas suburbias, y principalmente los de Tlaxcala y Santiago del Río, a concurrir el último domingo de dicho mes a la fracción de Encinillas, perteneciente al último pueblo donde iba a ser bendecida y abierta y al culto católico una Ermita dedicada a una imagen de Cristo bajo la advocación de Señor de Burgos, y luego conducir dicha imagen en solemne procesión, de la iglesia de Santiago, donde estaba depositada, al pequeño templo que le había sido construido.

En el vulgo había circulado la especie de que el Santo Cristo mencionado se le había aparecido a uno de los habitantes de Encinillas, que éste, al y recogerlo y llevarlo a su casa notó que iba un papel pegado en la parte posterior de la cruz; que en ese papel se le decía que en cierta parte del terreno del rancho había enterrada una cantidad de dinero, que la sacara, que en ese mismo punto edificara y una Ermita donde el santo aparecido quería ser colocado y recibir el culto de los fieles.

El vecino de Encinillas era de ejercicio jornalero, de posición humilde, honrado y trabajador como generalmente lo es nuestra gente del campo; aunque a todos los habitantes de Santiago les constaba que pedía limosnas para construir la capilla, no juzgaban suficiente el producto para los gastos que en ella se erogaban, y esto robustecía la creencia de que efectivamente había venido la imagen provista del dinero necesario para que se le construyera el templo.

Inclinado siempre nuestro pueblo, y aún una parte no pequeña de la sociedad instruida, a aceptar esa clase de consejas, causó verdadero alboroto la dedicación de la capilla, desde varios días antes y levantaron jacalones más o menos grandes y adornados para las familias que se dispusieron a pasar el día en la fracción de Encinillas; unas poseídas de verdaderos sentimientos religiosos y otras por ir a disfrutar del paseo, como siempre sucede en fiestas de esta naturaleza.

El transcurso de los años y el empeño que tomaron en 1834, el gobierno del Estado, el cura de esta ciudad D. José María Guillen y el de Tlaxcala, Fr. Miguel Antillón, de desterrar la errónea creencia que tenía el pueblo, haciéndole conocer el verdadero origen de la imagen de que se trata, hizo que poco a poco fuera aquella extinguiéndose, hasta el punto de que en la actualidad sólo hablan ya de ella algunos ancianos que la conservan en la memoria, como un remoto recuerdo de su niñez.

Siendo todavía en los actuales tiempos la imagen referida, la que probablemente recibe más culto de nuestro pueblo pobre, creemos que nuestros lectores verán con agrado los apuntes que recogimos de la construcción de su acerca de ella capilla.

Una tarde de los primeros días de enero de 1825, recorría Cesáreo de la Cruz, vecino de Santiago del Río, el monte de la misma villa, en los linderos de ésta, con la de San Miguel Mexquitic por la fracción de la Estanzuela. Buscaba leña para el gasto de su casa, pepenando las pencas secas de maguey, las ramas de los chaparros y las cañas y hojas de rastrojo que los introductores de esa pastura, van dejando tiradas sobre el camino en su tránsito para la ciudad. Ya se retiraba con su carga cuando vio en terrenos de la Estanzuela un Sauz de mediana cuyos brazos principales formaban con altura, y el tronco del arbusto una perfecta cruz Inmediatamente concibió el proyecto de hacer de aquel árbol una imagen de Cristo, al efecto solicitó del dueño y del terreno que le vendiera el Sauz; se convinieron en el precio, y dejándolo ya por su cuenta, se dirigió a su casa, donde comunicó su hallazgo, compra y proyecto a su padre a su hermano Juan Lorenzo y Casimiro de la Cruz.

Los tres eran devotos de la imagen de Cristo, bajo la advocación de Señor de Burgos; cada uno tenía estampas de las que venden los barilleros, a las que rendían adoración colocadas en pequeños marcos con vidriera en las paredes principales de sus habitaciones.

Al siguiente día reunieron el dinero necesario para la compra del árbol, juntos fueron a derribarlo. y En seguida se dirigieron a San Juan de Guadalupe en cuya villa vivía un aficionado a la escultura llamado Juan Pablo N. y con este individuo contrataron la construcción de la imagen. Concluida la bendijo el Padre franciscano Fr. Clemente Luna, pero por haber quedado dicha escultura sumamente defectuosa, la recogió el cura de la Parroquia de San Luis, Dr. D. Tomás Vargas, y la tuvo oculta en la casa cural.

Los Cruz, padre e hijos, hicieron frecuentes súplicas al Sr. Vargas para que les devolviera la imagen, sin conseguir nada de este párroco, por cuyo motivo Juan Lorenzo y su hijo Cesáreo dejaron de reclamarla, creyendo ya inútiles tales gestiones. Casimiro no perdió la esperanza de recobrarla, seguía insistiendo con el Dr. Vargas, y este señor, cuando estaba de buen humor, trataba de persuadirlo que no era conveniente poner a la adoración pública la efigie de un monstruo, que no podía inspirar respeto y veneración a los fieles, y cuando no tenía paciencia para entrar con Casimiro en esas explicaciones lo despedía, haciéndole entender que le molestaba le hablara más sobre el asunto.

No por eso quitaba Casimiro el dedo del renglón. Unas veces bien recibido otras despreciado, suplicaba y se valía de influencias para lograr su pretensión, hasta que el Presbítero D. Juan Francisco Aguiar, que sucedió en el curato al Dr. Vargas, le ofreció devolverle la imagen, con la condición de que encargara á persona competente que reformara la escultura quitándole los defectos que tenía.

Por indicación del mismo párroco Aguiar, solicitó Casimiro de la Cruz al Escultor D. José María Aguado, quien se hizo cargo de la obra reformando la imagen en el mismo curato, a la vista y bajo la dirección del cura Aguiar.

Terminado el trabajo del escultor Aguado, fué llevada la imagen a la capilla del Rosario, en cuya iglesia le dieron el nombre de Señor de Burgos por la devoción que los Cruz le tenían a esa imagen. mismo Después la bendijo el cura y el párroco le dijo la primera misa en la propia iglesia. De allí fué conducida al templo de Santiago, donde permaneció depositada hasta la conclusión de la capilla en donde últimamente se veneraba.

Juan Lorenzo pagó el trabajo del escultor Aguado, y mientras que Casimiro fué á Morelia a solicitar de la sede vacante las licencias necesarias para edificar la ermita, Lorenzo y Cesáreo quedaron reuniendo algunos fondos para dar principio a la obra. Al regreso de Casimiro con dichas licencias acordaron los Cruz construir la capilla en el punto llamado entonces Encinillas, donde ellos residían, y desde luego comenzaron los trabajos.

Después de seis meses de estar la imagen en el templo de Santiago, se bendijo la capilla de Encinillas y fué llevada a ella procesionalmente con gran concurso de devotos, a fines de noviembre de 1826.

La imagen de que se trata es más conocida en el público con el nombre de "Señor del Saucito" que con el de Señor de Burgos, sin duda por la tradición de que fué construida del Sauz que encontró Cesáreo de la Cruz; y el punto donde se fabricó la capilla perdió también su primitivo nombre de Encinillas, tomando el de Saucito, por ser así conocida la imagen de Cristo que allí se venera.


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